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MICRORRELATO

El primer día que fui a comprar en España, solo cogí leche, patatas, tomates y huevos. No conocía muchos de los alimentos y otros simplemente parecían diferentes a los que hay en mi país. Me sorprendió, por ejemplo, tener que pagar unos céntimos por la bolsa que tantas veces había visto por la calle. 

Y es que, aunque os parezca muy sencillo, ir al supermercado aquí es toda una experiencia porque muchas cosas no son iguales.

Sin ir más lejos el pan. ¿Cómo puede un alimento tan sencillo ser tan distinto al otro lado del mar? Ahora compro el pan directamente a una chica que conozco de Marruecos, y me hace sentir un poco en casa.

Sin embargo, lo más difícil fue aprender a llevar el carro de la compra. Nunca había visto uno igual. Al principio yo iba en una dirección, y el carro iba en sentido contrario como si hubiera decidido que otro supermercado era una mejor opción. Ahora, por fin, hemos aprendido a caminar juntos.

Una mujer luchadora

 

 

 

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