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Microrrelato: «Sin mirar atrás»

Y cogió la ilusión, el miedo, la esperanza y la incertidumbre, la metió en su maleta y navegó. Navegó, como le dijo ella, «sin mirar atrás» por el océano, con la mirada puesta en el horizonte que, aunque lejano, estaba convencido que alcanzaría. Atravesó marejadas y tempestades, no se rendía y se alentaba a sí mismo, convencido de que merecía la pena y lo lograría. Después del océano, el mar, y sin darse cuenta, un rio, a pesar de todo, pensaba, «vine navegando y seguiré navegando». Con desasosiego, de su maleta solo salían muros de prejuicios, insultantes paredes y frías miradas, pero, a pesar de esto, siguió navegando. Pasando por un riachuelo, remando con su minúsculo remo, terminó en un arroyo, que, sin darse cuenta, desembocaba en una triste charca. Varado, ya ni siquiera recordaba la sal del océano en su cara, en soledad, pensaba en cómo echaba de menos a quien dejó atrás. Esperaba salir de la charca, ansiaba el huracán, o un vendaval, no paraba de buscar, oteando, cualquier rastro de ventisca, o por lo menos, una brisa de oportunidad, una insignificante brizna que le diera un empujón y poder cambiar la desesperación por cualquier motivo que le devolviera la sonrisa. Un día cualquiera, despertó en su barca, con el eco en su maleta, se secó las lágrimas, y vio, muy tenue, una pequeña senda al lado de la charca. Recordó sus palabras, «sin mirar atrás», y decidido, comenzó a caminar por su nueva senda, que le llevó a una vereda, que atravesaba un camino, que terminaba en una carretera que le condujo a una autopista. Y por fin, cogió su ilusión, el miedo, la esperanza y la incertidumbre, y se prometió que nunca más necesitaría navegar. 

 

Sivilero Saleri

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